MIÉRCOLES SANTO, MI MIÉRCOLES SANTO

En mi casa se vive el Miércoles Santo desde hace muchos años, mi hermana y yo salíamos de nazarenos en la Nuestra Señora de la Esperanza y ya el pellizquito en el estómago era importante.
Con el tiempo empecé a vivirlo de manera distinta, con la formación de la Hermandad en San Mateo, en el Señor en su momento, y ahora con María Santísima, pero las emociones son las mismas.
La noche del Martes Santo cuesta dormir, y siempre me gusta darme un paseo por Pablo VI (cuando las condiciones me lo permiten), me calma y me permite visualizar parte del recorrido y recordar vivencias de años anteriores. También aprovecho para hablar con otros hermanos, con los que he sufrido y disfrutado debajo del Señor. Me encanta ese ratito.
Ya, el Miércoles Santo, se levanta uno como un resorte, y arregladito, subo para la parroquia. El ambiente del Barrio es distinto, es gran día y los vecinos y vecinas se afanan en arreglar sus puertas y balcones. El Barrio está vivo.
Empiezan los abrazos y los “buenos días” más alegres con mis vecinos de siempre. Y, cómo siempre, me piden que les lleve sus oraciones a los pies de María Santísima. Y en su plaza tengo la primera quedada con otros hermanos costaleros para ir al templo.
El momento es muy emocionante, desde la calle se escucha el bullicio de una iglesia llena. Se siente la alegría y los nervios de una pronta Estación de Penitencia. Todos tenemos el recorrido en nuestras cabezas. Besos, abrazos, tertulias, buenos deseos… todos esos ingredientes llenan la mañana.
Ya en casa, empieza el ritual tras la comida. La ropa de faena está planchada y bien colocada en la cama, los hábitos de nazarenos de mis hijos, colgados y planchados en sus dormitorios. Vestirlos es un momento muy íntimo con ellos que me llena de alegría. Alegría que me llevo para la tarde… porque siempre me verás sonriendo.
De nuevo hacia la plaza Madre de Dios, allí, van llegando mis hermanos costaleros, todo es jubilo y euforia. Y las risas vienen unas tras otras. Hasta que llega el momento de que la marea azul se dirige al templo, tras rezar a los pies de María.
El templo abarrotado de nazarenos, me apresuro a ir a ver a mi mujer y mis hijos, y ya empieza a hacerse indomable el pellizco en el estómago…
Se abren las puertas del templo y a llevar Caridad para Alcalá de Guadaíra, con mis hermanos costaleros, Hijo de la Caridad, dispuestos los unos para los otros. Otro miércoles más…
Se cierran las puertas del templo, todo estaba escrito y así ha sido, otro Miércoles Santo vivido en mi casa, otro Miércoles Santo en Pablo VI.

A seguir viviendo mi fe junto con mi hermandad.


Exaltador del Miércoles Santo en Pablo VI: José Carlos Arriaza.

Comparte esta entrada