UNA SEMANA PARA RECORDAR Y TODO UN AÑO PARA ESPERARTE

Personalmente, ha sido una Semana Santa vivida con muchísima ilusión y entusiasmo después de tres largos años de espera desde que pudimos ver procesionar nazarenos por las calles de Alcalá; y aunque la Fe en nuestro Señor Jesucristo y en su bendita Madre es la que nos mueve en nuestro quehacer diario, si es cierto que “se echaba de menos” el ir y venir de gente en busca de algún paso, los nervios en los días previos a la Estación de Penitencia, las caras de los más jóvenes pidiendo estampitas o almendras a los nazarenos, el “ruido” de una marcha procesional acompañando a un paso…todo, todo ha vuelto, esperemos que para quedarse.
Y, como es habitual, los primeros nazarenos que pude contemplar esta Semana Santa venían del barrio de San Agustín; capirotes de terciopelo rojo inundaban la plazuela en un Domingo de Ramos que brillaba con luz propia y al que aún daba mayor esplendor el magnífico palio de la reina de los Salesianos, María Santísima del Rosario.
Tal y como se preveía, la meteorología fue cambiando y no permitió lucirse a la Hermandad de la Tercera Palabra en un Lunes Santo que ha quedado para la historia por ser la primera vez que procesionaba la imponente imagen del Cristo de San Miguel cruzando el puente, camino de la carrera oficial.
Y llegó el Martes…y fue como una pesadilla constante. Después de tres años de espera teníamos mucha ilusión por realizar nuestra Estación de Penitencia. En el año 2020 lo tuvimos que vivir desde casa con aquel “en mi corazón está que sí hay Martes Santo”, en 2021 pudimos vivir un Martes Santo lleno de recogimiento y oración en el altar de la parroquia, el cual será recordado siempre, y en este año nos disponíamos a realizar nuevamente Estación de Penitencia al convento de Santa Clara pero no pudo ser y nos tocó vivirlo rezando con nuestros titulares en la parroquia.
Con el Miércoles Santo ya nos vamos adentrando en los “días grandes” de la Semana Santa (aunque para mi, humildemente lo reconozco, la Semana Santa finaliza cuando termina el Martes Santo). Este año he podido contemplar a la Hermandad del Soberano por las calles de su barrio a la salida y me ha recordado a mi juventud cuando, allá por los años 90, esperaba a la Hermandad del Perdón para que pasara por la calle silos, mi barrio, camino de las hermanas clarisas; esos son mis primeros recuerdos cofrades.
Después del Soberano, “visita obligada” a la Hermandad del Cautivo a su paso por la calle San Sebastián y, como siempre, “mirada contemplativa” a la belleza de la Virgen de la Esperanza.
El Jueves Santo me gusta “esperar” a la Hermandad de la Amargura en la calle Mairena, como yo digo, “desde el principio al final”, desde la Cruz de Guía hasta el último músico de la Banda Municipal de Alcalá. Para mí es uno de los grandes momentos de la Semana Santa de nuestra ciudad; y de ahí nos disponemos a vivir la noche más bonita del año, la noche en la que acompañamos al Señor camino del Calvario, la noche en la que caminamos con Él, la noche en la que rezamos con Él, la noche en la que pedimos con Él, la noche en la que le damos gracias, la noche en la que, en el silencio de una cruz a cuestas, te acuerdas de todas esas personas que significan algo en tu vida y a las que llevas presente durante esa noche.
Nunca he vivido un Viernes Santo en Alcalá y no he podido contemplar la Hermandad del Santo Entierro; desde hace unos años, el “broche de oro” a nuestra Semana Santa lo pone la Hermandad de la Divina Misericordia a la que este año pude ver a su paso por carrera oficial.
El epílogo lo tuvimos con la Hermandad de la Tercera Palabra el Domingo de Resurreción, regresando a su templo de Santa María y San Miguel.
Para mí ha sido una Semana Santa incompleta porque me ha faltado, precisamente, la Hermandad que me completa y que me hace “ser cofrade”: la Hermandad del Perdón.
Julio Pinto Montero