Si hoy una hoja caduca en el árbol cofrade esa es la vida del costalero. Tenemos nuestro momento, eso es indudable, puedes empezar muy joven con esta bendita afición, pero sabes que el tiempo es inapelable y marcará su imparable ley sobre tu cuerpo hasta que no puedas seguir bajo las trabajaderas. Es ley de vida.
Los costaleros contamos los años por igualás realizadas, por estaciones de penitencia cumplidas y por vivencias compartidas con los que, como tu, sienten que su sitio en la cofradía es bajo las trabajaderas. Nuestras papeletas de sitio se guardan arrugadas porque las horas de trabajo dejan, como el pliegue de una ropa sobre el cuello, su marca en todo lo que llevamos esas horas encima, y mejor así, señal que ese año se disfrutó en la calle.
Pero vivimos tiempos complejos nunca antes vistos. Conocíamos la imposibilidad de salir por la lluvia, pero no por una pandemia que sonaba a historias de camilla contadas por nuestros abuelos antes que a hechos de nuestra sociedad actual. Han sido dos años en el que el tiempo no ha parado por nuestros cuerpos, años que son perdidos en nuestra mochila de vivencias y recuerdos cofrades.
Dura fue la primera, mas laxa la segunda semana santa que no vivimos a nuestra manera, pero es ahora, a escasos 100 días para la siguiente cuando de nuevo asaltan las dudas ¿podré ponerme de nuevo el costal?. Y es que hace escasos tres meses veíamos el paso del Patrón de nuestra localidad en la calle con un ambiente, digamos “normalizado”, pero de nuevo vuelve una ola y destruye nuestros sueños construidos a la orilla de este mar de fe que es la vida.
Y es curioso, porque en las igualás celebradas en estas semanas pasadas pude vivir algo que me recordó a mis comienzos, casi juegos, en las cruces de mayo. Esos nervios de principiante en cuerpos de adultos, esas miradas ilusionadas en ojos que ya han contemplado mas de un cuadro conmemorativo por estar tantos años en una cuadrilla, ese compañerismo y camaradería mas propio de un grupo de amigos que vienen por primera vez a igualar cuando estamos hablando de costaleros con largas y reconocidas trayectorias. Es la fe, la esperanza de un renacer aunque nuestros cuerpos empiecen a acumular achaques. Es en este momento cuando piensas: ¿ha servido esto para redescubrir nuestra afición y unirnos mas?. Posiblemente si.
Ante nosotros se vislumbra una cuaresma incierta, pero somos creyentes y sabemos que la mano de Dios hará que esta se enderece de una u otra manera, ya lo hizo el año pasado, y en épocas de guerra… ¿no lo va a hacer ahora?. Y si el rachear de los pies no se puede escuchar en nuestra semana mayor siempre quedará una bonita lección: vivimos una larga chicotá en el que toda la sociedad es costalera, y eso nos une como humanidad.
Juan Antonio Alarcón Jimenez